Regalo de Cumpleaños para Chintamani

Clase de Yoga _ 1 (43)

Chintamani – Estudio de Yoga cumple su primer año. Yo también cumplo un año en este hogar de pensamiento y ha sido un año de despertar, de recoger los pedacitos y agruparlos de nuevo, de poner las bases de lo que quiero que sea mi vida.

Tengo 29 años y la mayor parte de mi vida he sido feliz, pero hace poco – en una sesión de meditación – al verme en el reflejo del agua no me reconocí. Fue como si no tuviera rostro, como si todos estos años hubiera estado viendo al espejo a una persona completamente diferente, como si la Margarita que soy fuera invisible.

Esa necesidad de encontrarme nació hace un año y medio aproximadamente – cuando llegué a Chintamani – y menciono esta escena de la meditación, porque un año después a veces me pierdo en los rostros de los demás y se desdibuja lo que soy desde las entrañas, pero si llevaba 28 años dormida, creo que es normal perderme aún.

Hasta el año pasado – y creo que a veces ahora – me había pasado la vida como una pluma a la deriva del viento, yendo y viniendo, cayéndome y levantándome, creyendo y dudando, amando y odiando, culpándome y perdonándome. Había intentado algunas prácticas, buscando la respuesta a los interrogantes de mi vida, pero nada me hacía sentir en el camino indicado.

Y llegó el dolor físico – porque el emocional ya estaba- y la espalda baja empezó a pasarme factura. Además, con un solo riñón desarrollado – también lo supe hace poco- empezaron los quebrantos de salud. La búsqueda de un espacio de descanso y relajación comenzó y me encontré con que Laura era profe yogui.

Y nos encontramos

Indagué sobre las clases y la metodología. Las clases las daba a domicilio y mi hogar – muy pequeño en ese entonces – no tenía el espacio requerido para la práctica. Literalmente tendría que sacar a los gatos por la ventana, para poder recibir la clase.

Yo la busqué justo cuando ella decidió abrir las puertas de su hogar y adecuar el espacio para recibir a sus practicantes. Y así comenzó esta relación con el yoga: evidentemente yo era la más lenta, la menos flexible y la menos avanzada de la clase.

Cuando me preguntó en la primera sesión porqué llegaba allí, manifesté que buscaba mejorar mi postura y aliviar un dolor en la espalda baja, que ya a esas alturas era insoportable. Laura fue muy paciente, demasiadooo paciente conmigo y eso se lo agradezco hoy.

La masa

Al inicio – y hasta hace poco – mis posturas eran sin forma, sin aguante, sin resistencia. Siempre me he caracterizado por mi sentido el humor, que alivianaban la situación, pero debo confesar que algunos días me ganaba la desilusión de imaginarme en la práctica como una masa a merced de la gravedad.

Pues el dolor de espalda se fue, pero entendí lo que significa cada chakra y que la espalda baja está ubicada en el tercero, que se refiere a la identidad en el mundo, al reconocimiento y al poder personal.

Ese era el diagnóstico: pobre espalda baja, cargando mis dudas, mis miedos y mi falta de firmeza frente a las situaciones y personas que llegaban a mi vida.

Mi luna nueva

El yoga no entra en ti por los ojos, los pies o los poros. Él está ahí, esperando en el aire, aguardando ese momento de consciencia en el que eliges intentar algo nuevo, una excusa para aliviar un dolor, pero cuando lo dejas entrar se vuelve una fuerza de gravedad, que te lleva, te envuelve y te da sentido.

Y espero que los expertos no se rasguen las vestiduras con esto: soy yoga, cuando duermo y cuando despierto, cuando me lleno de sentimientos negativos y cuando me siento tan plena que podría amar a toda la humanidad, cuando ayudo y cuando lastimo, cuando soy caos y paz, cuando soy luz y oscuridad.

Así me siento ahora y estoy convencida que el yoga fue la excusa para aliviar un dolor, pero de fondo fue lo que me llenó de contenido para pararme y pisar fuerte y afrontar lo que elijo ser y cómo decido hacerlo.

Sobre todo soy yoga cuando decaigo, cuando quiero elevar todo y a todos. Es ahí cuando la consciencia de todo este proceso me hace parar, meditar y elegir seguir. Diría que el yoga es mi luna nueva, que me para y confronta.

Hasta el año pasado nada había despertado en mí. Y les diré que este no fue un camino de pétalos y amaneceres inolvidables: fue un camino de lágrimas, porque el dolor de la espalda baja fue cediendo, pero aparecieron un montón de heridas que las debí haber llorado hace muchísimo tiempo.

El dolor como maestro

Entendí que el dolor sólo fue el medio para llegar a este lugar, donde no sólo mi cuerpo se ha transformado, sino también mi mente y mi corazón.

Y ahora amo ese dolor, del que tanto renegué. Fue mi maestro y me recuerda que no importa cuál sea el camino, porque ahora que quiero ser madre me siento lista para sortear lo que se venga: con mis reglas, mis prácticas, mi único riñón y mis dos gatos.

Hay semanas que vuelvo a sentirme como la masa sin forma, otras que fluyo como esa pluma a la deriva del viento, pero ya con un destino fijado. Hace un año era una persona muy distinta de la que soy ahora. Y me falta mucho, claroooo, mucho camino por recorrer, pero de eso se trata, de elegir cómo recorrerlo.

Feliz primer año a Chintamani, a Laura, a David y a sus gatos, sobre todo a Borges, con quien nos veremos en la eternidad, para escucharlo maullar por salir a la sala, mientras meditamos en la confianza de la plenitud.

No ha sido fácil llegar a este momento, pero no cambiaría este camino.

Namasté.

Margarita Laverde Galvis

Foto: Cristian Arisitzabal

Un comentario en “Regalo de Cumpleaños para Chintamani

  1. sandra daza

    hermoso encuentro de consciencia y de ti misma, lo trasmites de manera clara y prexisa en tu escrito. celebro este camino y bellos encuentro pues es tambien reflejo del.camino de muchos otros. ahora el reto esta en mantenerse, en volver siempre a ti cuando te pierdes, en mirarse en el reflejo una y otra vez para maravillarte con las multiples mujeres que habitan en ti, y en tu corazon. un abrazo fraterno. soy otra tu – Inlakech

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